jueves, 26 de febrero de 2015

Gastroexperiencias: mi primera cata de vinos

Pues aquí estoy después de una temporada considerable sin publicar. Estos días han sido de locos, aunque no estoy en la misma tesitura de enfado/desgana de la semana pasada (gracias a Dios), pero no puedo negar que no he tenido tiempo para aburrirme. Bueno, ni para aburrirme ni para divertirme mucho. Es que en mi casa se ha producido en los últimos días un ataque masivo de virus, y menos una servidora y su hermana, el resto han estado todos de baja (y de bajón), durante un tiempo considerable. Así que al final es un milagro que consiga seguir publicando, jeje!

Como veis, hoy os traigo algo diferente. En primer lugar, os estaréis preguntando a qué viene eso de gastroexperiencias; pues nada menos que una nueva sección en el blog, que básicamente consistirá en pequeñas crónicas personales sobre justamente eso, experiencias culinarias que creo pueden seros de interés para conocer un poquito más iniciativas nuevas e interesantes en el mundo de la cocina y la gastronomía. Así que para los que os lo estabais preguntando, no, hoy no traigo receta. Pero bueno, siempre he pensado que en la variedad está el gusto, ¿no?

Y mi primera experiencia tiene que ver nada más y nada menos que con un producto con el que sé que muchos de vosotros estaréis familiarizados, que es parte de nuestro patrimonio gastronómico nacional, y como no, parte de nuestra historia. Sí, ese producto es el vino, y la experiencia que os traigo es, como no, mi primera cata de vinos, a la que pude asistir hace unos meses aunque hasta hoy no había encontrado el momento de traérosla al blog.

Una foto aérea de la cata, para que os hagáis una idea

Algunos de los que me leen y me conocen, estarán flipando. Y con lógica. 

Es que lo que muchos de vosotros no sabéis de mí es que nunca me ha gustado el vino, básicamente porque no bebo alcohol. Desde que yo recuerde, nunca me han gustado las bebidas alcohólicas, por regla general. Y sumado a esto, como encima tampoco aportan nada a nuestra salud, directamente no existen en mi dieta habitual. 

Estoy escuchando por allí al fondo a algún listillo que me mira con recelo… a ver, me justifico y explico: sólo pongo dos excepciones, dos tipos de licores que me resultan agradables aunque mi consumo de los mismos se limita a un chupito en alguna boda o bien en la Feria Medieval que se celebra donde yo vivo. Son, cómo no, el licor café y la crema de orujo (sobre todo esta última, el licor café hace años que no lo he vuelto a probar). Se tratan de las únicas bebidas alcohólicas que me han gustado alguna vez, aunque hace mucho, mucho tiempo que no las pruebo. 

Ahora entendéis lo extraño de que mi primera gastroexperiencia tenga que ver con producto tan poco consumido por mí como es el vino. Sin embargo, sí he de decir que lo uso para cocinar y me encanta tenerlo presente en mi cocina. Pero la principal razón por la que me apunté es que sencillamente creo que todo interesado en la cocina debe, al menos, conocer y valorar los productos con los que se trabaja, saber apreciar la tradición gastronómica de nuestro país, y sobre todo, tener ganas de aprender. Yo, que soy curiosa por naturaleza, no podía dejar pasar esta oportunidad, y no lo dudé demasiado.

A este evento no fui sola: me acompañaron mi tío, que sí se puede decir que está más versado que yo en la materia, y mi madre. Lo cierto es que ninguno de los tres había ido nunca a una cata y no teníamos muy claro qué tipo de evento/taller era este, pero lo cierto es que salimos encantados con la experiencia.

Aquí vemos al sumiller Arturo Soria (izquierda) acompañado de Emilio, dueño y encargado del Restaurante Marico

El taller de iniciación a la cata tuvo lugar el 26 de septiembre, a las 21:30 de la noche, en el Liceo de Noia, con la colaboración del Restaurante Marico. La cata estuvo a cargo del sumiller y enólogo Arturo Soria, que se encargó además de presentar las bodegas Monteabellón, en las que se producen los cinco vinos que tuvimos el placer de degustar. 


Se trata de una empresa familiar situada en la Ribera del Duero, donde cuentan con más de 71 hectáreas de viñedos, más concretamente en el municipio de Nava de Roa. Para elaborar sus vinos, utilizan únicamente uvas de sus propias cosechas, que se reparten en la variedad Tempranillo y Tinta del País. Por su trabajo y la calidad de sus productos han recibido premios tan importantes en los últimos años como el Baco de Oro en los Premios Baco (2014), la Medalla de Oro en el Concurso Mundial de Bruselas de 2013, entre muchos otros, y sus vinos Monteabellón Finca La Blanquera 2009 y Monteabellón Tempranillo 14 Meses en Barrica 2010 (que tuve la suerte de catar), figuran en el 92º y 91º puestos de la lista Wine Spectator, que selecciona anualmente a los mejores vinos del mundo. Quiero dejar claro, llegados a este punto, que Bodegas Monteabellón no me ha pagado ni patrocina de forma alguna lo escrito en este post. Lo relatado en él es fruto de mi propia opinión personal y no está en ningún modo influenciado por intereses comerciales. 

A lo largo de las dos horas y media aproximadamente que duró la cata, pudimos degustar dos vinos de la Denominación de Origen Rioja, un Finca Athus Joven y un Finca Athus Crianza; y tres vinos de la Denominación de Origen Ribera del Duero, un tinto joven (Avaniel), un Monteabellón de cinco meses en barrica, y un Monteabellón Crianza de 14 meses en barrica. 

Vale, para los que, como yo, entendéis más bien poco o nada, de vinos, esto todo os sonará a japonés. Así que vayamos por partes.

Lo primero de todo: ¿en qué consiste una cata de vinos? Básicamente, en saber cómo degustar y valorar los vinos que se nos presentan, a través de los sentidos de la vista, el olfato y el gusto, por supuesto. De ahí que podamos hablar de cata visual, cata olfativa, y cata gustativa. Cada una nos va a aportar una información diferente sobre el vino que estamos probando, y nos darán los distintos matices que lo definen. Os resumo un poquito en qué consistiría cada una:
  1. La primera de todas es la cata visual. Para poder apreciar el vino a simple vista, inclinaremos nuestra copa unos 40º-45º, sobre un fondo liso y lo más claro posible. Un buen truco es colocar una servilleta blanca, de papel o tela, debajo de la copa para poder apreciar ese contraste en los colores. Así, en la cata visual aprenderemos a distinguir las tres partes que componen el vino, y que serían la lengua (parte final en la que el vino pasa de la tonalidad más oscura a la más clara por la inclinación de la copa), el cuerpo (la parte donde se concentra el vino, más oscura e intensa) y el ribete (los bordes del vino, donde se aprecia su auténtico color original). Además, es importante que observemos la lágrima, que se forma al mover el vino lentamente por el interior de la copa, mientras se desliza por los laterales del cristal. Es un elemento importante y muy interesante, pues nos ayuda a determinar la graduación alcohólica del vino: cuando más gruesa y abundante sea la lágrima (cuanto más “llore”, por así decirlo), mayor será la graduación del vino. 
  2. Después pasaríamos a la cata olfativa, que puede realizarse a través de dos vías: la nasal (percibimos los aromas directamente a través de nuestra nariz, al oler el vino) o retronasal (en la que percibimos los olores tras llevar el vino a la boca, desde la cual llegan al bulbo olfativo). Lo cierto es que no se nos incitó a decantarnos por una o por otra, cada uno según el vino probaba de una forma u otra. Lo cierto es que a mí ambas me parecieron interesantes, pues se consiguen captar los matices en mayor o menor medida según el tipo de vía que escojamos. Pero además, la cata olfativa se compone de varias fases:
    • Una primera fase en la que captaremos los llamados aromas primarios, que son los que percibe nuestro olfato directamente del vino cuando se vierte en la copa, que permanece inmóvil en todo momento. Serían los olores que proceden de la propia uva.
    • Una segunda fase en la que captaremos los aromas secundarios, aquellos que vienen determinados por la fermentación del alcohol. La forma de acceder a ellos en este caso consiste en agitar la copa con movimientos circulares, tras lo cual notaremos como el olor cambia y obtenemos nuevos matices.
    • Una tercera fase, que no se realiza siempre, para captar los aromas terciarios. Estos sólo se aprecian en los vinos de Crianza en barrica o botella. Nosotros, al catar únicamente dos tintos Crianza, sólo pudimos tratar de captarlos en estos casos (digo tratar porque en este aspecto me resultó muy complicado distinguir matices en el olor del vino; muchas veces no tenía claro si estaba detectando un olor o si simplemente me lo estaba imaginando).
  3. Por último, estaría la cata gustativa, que consistiría ya en probar el vino, primero en cantidades pequeñas, y que moveremos en la boca para que la impregne de todos sus sabores, para después degustarlo con más calma a medida que los aromas ascienden a nuestra nariz.
Para pasar de un vino a otro, debemos envinar la copa. ¿Y esto en qué consiste? Pues básicamente en echar un poco del nuevo vino que vamos a probar, mover la copa enérgicamente y desechar su contenido, a fin de que desaparezcan los aromas del vino anterior. He de decir que más de uno prescindía precisamente de este último paso (vamos, que de desechar nada, todo para dentro).

Además, durante la cata olfativa, podemos intentar maridar el vino con diferentes aromas que potenciarán a su vez los propios del tinto. Maridar, para los que como yo no sabían de qué va el asunto, viene a significar algo así como conjugar, casar o combinar de forma armónica dos aromas o sabores a fin de realzarlos. Durante nuestra cata, el sumiller trajo unos pequeños frascos con aromas que distribuyó entre los asistentes para que, a medida que procedíamos con la cata olfativa de los vinos, pudiésemos maridarlos con el aroma que nos proponía. Había un poco de todo según la botella: caramelo, cereza, limón… Pero además tuvimos la suerte de contar con un segundo maridaje, ya para la cata gustativa, a cargo de Conservas Ramón Ferro Bandín, que invitó a los asistentes a degustar algunos de sus productos: zamburiñas en escabeche, ventresca de bonito, mejillones en escabeche y sardinillas en aceite de oliva. He de decir que estaban todas exquisitas; a mí por lo general las conservas en escabeche no me gustan, pues me parece que enmascaran el producto real que venden (me pasa muy a menudo con los mejillones y los berberechos, y siendo yo de una tierra tan de mar, esto no lo perdono), y sin embargo en este caso me sorprendieron muy gratamente, pues el escabeche no resultaba en absoluto pesado y mantenía el sabor del mejillón y la zamburiña. 

Bueno, explicado más o menos el procedimiento de cata, paso a comentaros brevemente los vinos que pudimos probar.

Empezamos la cata con el vino Avaniel, un tempranillo joven, afrutado, con un tiempo de maceración breve (10 días). Más tarde entendí el porqué de la elección de este como el primer tinto de la degustación, ya que por sus potentes aromas resulta perfecto para iniciarnos por primera vez en la cata olfativa. Es un Ribera del Duero, y sé que muchos os estaréis preguntando qué puede diferenciar un Ribera de un Rioja (dejando a un lado la Denominación de Origen, por supuesto). Pues, a simple vista, esta estriba en que el Ribera tiene un color violeta vivo, mientras que un Rioja es más apagado. Los Riojas, además, suelen transmitir aromas más de campo, más húmedos.


Después pasamos a catar dos Riojas: el Athus joven, un tinto algo más profundo que el Avaniel, con toques afrutados pero mayor intensidad; y un Athus Crianza, de 12 meses de barrica. Aquí voy a hacer un inciso para dejar clara una cuestión con respecto a esto último: para llegar a ser un Crianza, el vino debe permanecer un mínimo de doce meses en barrica, y luego pasará a la botella. Las barricas tienen una duración útil de unos cinco años. Sin embargo, tal y como nos hizo saber el sumiller, no todas las bodegas respetan este tiempo. Muchas lo alargan, consiguiendo aumentar así su producción a costa de reducir la calidad de los vinos. Arturo también nos explicó el proceso de fabricación del vino y la importancia de las barricas en este sentido, aunque ahora no me explayaré demasiado porque daría para hacer un blog monográfico a propósito del tema. La cuestión es que lo encontré muy interesante, pues dichas barricas, por ejemplo, se hacen de madera de roble, por su capacidad para transmitir unos aromas al vino durante el proceso de crianza que otras especies arbóreas no conseguirían darle. Pueden estar hechas de roble francés o americano, aunque los matices entre uno y otro apenas son perceptibles en el resultado final del producto. 


Para terminar la cata, volvimos a los vinos de D.O. Ribera del Duero, y probamos en primer lugar un Monteabellón de 5 meses en barrica, hecha en un 50% de roble francés y en otro 50% de roble americano. Me resultó bastante más intenso que los anteriores, y sin embargo agradable. Lo cierto es que es un vino que marida de lujo con la carne, y según sugieren en su propia web, con cualquier tipo de queso. 
Y por último pero no menos importante, pasamos a degustar la joya de la corona de la noche, por así decirlo: un Monteabellón Crianza de 14 meses en barrica, en este caso compuestas en un 70% de roble francés y en un 30% de roble americano. Es quizá el vino más intenso de todos, y también el que más gustó entre los asistentes. Está hecho a partir de una uva procedente de un viñedo muy antiguo, con más de 70 años, y que, según nos explicó Arturo Soria, no ha sido tratado con ningún tipo de producto. Lo cierto es que está repleto de sabor, que es muy profundo y transmite aromas muy distintos con una predominancia más bien dulce. Su graduación alcohólica es de 14º, lo que, si bien no lo convierte en una bebida demasiado fuerte, para ser un vino resulta bastante potente (cabe decir que, cuanto más calor recibe el vino, mayor será su graduación). Marida estupendamente con toda clase de carnes, y aquí os puedo hablar desde la experiencia personal, que en mi casa ya se probó tanto como acompañamiento a varias recetas como de ingrediente estrella de algunas otras (algunos os echaréis las manos a la cabeza por utilizar un vino de este tipo para cocinar, pero sinceramente, pienso que si buscas hacer un plato de calidad, necesitas ingredientes de calidad; y punto). 

Al final de todo, nos invitaron a degustar libremente cada uno de los vinos que habíamos probado, y nos ofrecieron la posibilidad de adquirirlos. Nosotros nos volvimos a casa con una botella de Monteabellón Crianza debajo del brazo, cómo no. Mi tío, se fue a la suya con otras tantas. Y la inmensa mayoría de los que estábamos allí.

Hay que decir que son vinos que una vez abiertos deben consumirse en poco tiempo. Con esto no estoy diciendo que os bajéis la botella en un día, pero un crianza de esta calidad no está pensado para perdurar abierto demasiados días. En mi casa, se dio buena cuenta de él, tanto en copa (no por mí, sintiéndolo mucho, pero sigo fiel a mis gustos originales), como en los fogones (aquí sí que tuve algo que ver, jiji). 


Concretamente, hicimos con él un fondo para un estofado de ternera que estaba… de vicio sería quedarnos cortos...

Para muestra, un botón (y de paso os pongo los dientes largos, jeje). ¡Muy pronto en el blog!

Creo que, con todo esto, ha quedado más que claro en qué consiste una cata de vinos, qué nos puede aportar tanto a los que no somos entendidos en la materia como a los que sí lo son, y por supuesto, lo mucho que disfruté durante la misma.

Os dejo abajo el enlace de la web de Bodegas Monteabellón, por si os interesa conocer algo más acerca de su trabajo y sus productos. Igualmente, os he añadido un par de links que creo pueden resultar de interés para aquellos interesados en el proceso de cata de vinos, para ampliar información. 

Espero que esta primera gastroexperiencia os haya resultado de utilidad, a mí desde luego me ha costado recopilar y ordenar toda la información pero al final creo que ha quedado bastante claro y ordenado, ¿no?

Cualquier duda o sugerencia que tengáis, por favor dejádmela en los comentarios, y estaré encantada de resolverla. Si alguno ha estado en una cata de vinos y quiere contarnos su experiencia, ¡adelante! Me encantaría conocer otros testimonios y sobre todo otros puntos de vista, o diferencias, que podemos encontrar de unas catas a otras. 

Bueno, me despido ya que no son horas para estar frente al teclado. Os veo muy pronto, la próxima vez con receta, lo prometo.

Un besiño!

Bodegas Monteabellón

Links de interés sobre la cata de vinos:

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