miércoles, 29 de abril de 2015

Despertando recuerdos... Tortas de aceite o tortas de anís


Sé que estas semanas he estado bastante desaparecida. Bueno, muy muy desaparecida. Alguno puede que ya comenzase a pensar que volvía a las andadas con eso de no actualizar. Pero ya veis que vuelvo a la carga y con una receta no, con una recetaza de esas que te suben la moral de lo sencilla y deliciosa que es. 


Este mes, Clara y Virginia de Bake the World nos proponen volcarnos en los sabores tradicionales del sur y lanzan este reto que, en mi caso, me transportó automáticamente a mi infancia, cuando, muy de vez en cuando, mi madre se permitía el caprichito y compraba para casa las deliciosas tortas de aceite o tortas de anís, de la marca Inés Rosales (las de tooooda la vida, básicamente), y nos las comíamos entre mis hermanas, mi madre y yo. Siempre duraban unos cuantos días, no porque no nos volviesen locas (que lo hacían, sobre todo a mis hermanas), sino porque nos gustaba estirarlas para que durasen lo máximo posible. Pensaréis que lo fácil sería simplemente comprar otro paquete cunado se terminaba el anterior; pero como ya he comentado en otras entradas, el tema del dulce en mi casa nunca se tomó como algo de nuestro día a día, más bien era algo especial que nos permitíamos de vez en cuando.


Esta receta es genial no sólo por el maravilloso resultado final, unas tortas crujientes y muy sabrosas, sino también por lo sencilla que resulta de hacer, y lo rápido de su elaboración. 


Podéis encontrar en la red muchas otras recetas de las tortas de aceite igual de válidas, pero yo me he decantado por esta de El horno de Isa básicamente por una cuestión de tiempo: era la única que no requería tiempos de levado y por lo tanto me aseguraba tener la receta lista en poco tiempo. Es que estos días he estado a tope de trabajo. Pero a tope de verdad. Y nunca tanto trabajo me había hecho tan feliz. ¿Vais entendiendo ahora el por qué de mi ausencia? Aunque eso es algo de lo que os hablaré con más calma en próximos capítulos bloguiles.


Con respecto a la receta original, he hecho algunos cambios. Básicamente he dividido las cantidades a la mitad, me parecía excesiva la original teniendo en cuenta que en casa somos poquitos. Con los ingredientes que os detallo, os saldrán unas 18 tortas pequeñas (7 cm de diámetro aproximadamente). También he reducido mucho la cantidad de levadura, y, sinceramente, si la repito probaré a prescindir de ella directamente. Al no dejarla levar, creo que la masa no la necesita en absoluto; quizás lo podríamos substituir por media cucharadita de bicarbonato, pero tengo que probar primero. Y, por último, le he añadido ralladura de naranja y limón, porque lo había visto en otras recetas de la blogosfera y creo que le dan un toque más aromático y muy delicioso.


Aquí os la dejo, ¡ya me contaréis qué os parece!

Tortas de aceite o tortas de anís
Ingredientes para 18 tortas pequeñas
- 75 ml de aceite de oliva virgen extra
- 250 gr de harina normal
- 35 gr de azúcar moreno
- 15 gr de azúcar blanco
- 75 ml de agua
- 1 cucharada (tbsp) de anís en grano
- 1 cucharada (tbsp) de sésamo
- 1 cucharadita (tsp) de ralladura de limón
- 1 cucharadita (tsp) de ralladura de naranja
- Una pizca de levadura seca de panadería (aproximadamente 1,5 gr)
- ½ cucharadita (tsp) de canela molida 
- 1 cucharadita (tsp) de esencia de anís (podéis modificar la cantidad al gusto)

Para decorar las tortas: 
- Clara de huevo
- Azúcar blanco

Precalentamos el horno a 210ºC con calor arriba y abajo.

Calentamos el aceite en un cazo pequeño a fuego muy bajo (en vitrocerámica, en el 2 de 9). Cuando esté caliente, sin llegar a hervir, lo retiramos del fuego y añadimos el anís en grano, el sésamo y las ralladuras de limón y naranja, para que se infusione con los aromas. Dejamos que enfríe a temperatura ambiente.

En un cuenco amplio, hacemos un volcán con la harina. Echamos en el centro el aceite infusionado, y añadimos después el resto de los ingredientes. Mezclamos todo bien, a mano o con ayuda de una amasadora. Yo opté por amasarlo con la batidora para terminar antes, aunque podéis hacerlo a mano sin ningún problema ya que no se pega nada a las manos al tener bastante aceite. Cuando todos los ingredientes estén bien integrados, hacemos una bola con la masa y la colocamos sobre una encimera.

Vamos cogiendo porciones de masa del mismo tamaño, hacemos bolitas y las aplastamos con el rodillo. Si queréis darles un acabado más “limpio”, podéis usar un cortador redondo, como hice yo, para dar forma a las tortas. Cuanto más finas sean, más crujientes estarán después de hornearlas. 

Para decorarlas, pintamos la superficie con clara de huevo, y espolvoreamos azúcar por encima. Yo no tenía clara de huevo a mano y añadí simplemente el azúcar por encima, ya véis que también da resultado.

Bajamos la temperatura del horno a 200ºC e introducimos las tortas sobre una bandeja. Horneamos durante unos 12-15 minutos, o hasta que estén doradas. Las dejamos enfriar sobre una rejilla.


Ya veis que no os mentía: son muy sencillas, rápidas y lo más importante: para repetir, y repetir, y repetir… porque están ¡de vicio! Mi hermana dice que en el sabor no nota diferencia entre estas y las compradas. Así que, si queréis sorprender, con esta receta no falláis, confiad en mí.


Os dejo, que tengo que volver al trabajo. Probad las tortas, porfi, no os van a decepcionar. En breve volveré con una propuesta salada, que ya tocaba, ¿no?

Un besiño!

Información nutricional de las Tortas de aceite o tortas de anís
Calorías totales: 1695 kcal
Calorías por ración (18 raciones/tortas): 94,2 kcal/torta

viernes, 10 de abril de 2015

Un libro y un dulce, con "denominación de orixe"


Siempre he sido un poco ratón de biblioteca. Me enseñaron a leer con tres años, y desde entonces no he podido parar. Empecé con cuentos y sobre todo poesías, de la mano de Gloria Fuertes sobre todo, y de los libros de fábulas que heredé de mis hermanas mayores. Después me pasé al cómic: Mortadelo y Filemón y Zipi y Zape se convirtieron en mis compañeros de aventuras durante gran parte de mi infancia, junto con 13, Rue del Percebe, Carpanta, Las hermanas Gilda y El botones sacarino (recordad, me crié con dos hermanas criadas en los años 80), aunque estos últimos nunca consiguieron apasionarme tanto como los personajes estrella de Ibáñez y Escobar. Luego me pasé a la novela, y aunque nunca le hice ascos a ningún género en especial (bueno, sí, a la novela romántica, pues nunca he leído ninguna, la verdad), me atraían especialmente las historias de intriga y detectivescas (soy fan de Conan Doyle hasta la muerte) y las novelas históricas. Y hoy el 90% de mis lecturas son especializadas, fundamentalmente en historia, y desde hace un año también en didáctica y educación, pero sigo intentando dejar un espacio para disfrutar con alguna novela que cae en mis manos o, por supuesto, un buen cómic (sí, soy muy friki en este sentido).


Con el paso de los años, fui desarrollando la pasión que hoy tengo por la cocina. Empecé por los postres y, aunque siguen siendo los platos que mejor se me dan y sobre los que más práctica tengo, ahora también disfruto muchísimo con todo tipo de recetas.


Pronto mi estantería se llenó de nuevos libros, pero todos apuntaban en una misma dirección: la comida, tanto la tradicional como la más contemporánea, y abarcando todas las cocinas del mundo que estén a mi alcance. 


Pero tanto en literatura como en cocina, hay un elemento más que me caracteriza, y muchos lo conocen: la presencia de mis raíces, mi tierra, Galicia. Desde pequeña he leído muchas obras de literatura gallega, y actualmente la comida tradicional de Galicia ocupa un lugar especial en mi recetario, sobre todo gracias a mi madre y a mi abuela, que han conseguido conservar durante muchísimos años el legado culinario de mi familia y de mi zona. 


En resumen: cocinar y leer van de la mano en mi día a día (y si no me creéis preguntádselo a mi madre, que ya no sabe cómo hacerme sitio en la estantería para tanto libro de cocina). 

Así que cuando vi la propuesta para este mes de La Cocina Typical Spanish, #entrelibrosandaelguiso, no me pude resistir y me lancé a la búsqueda de una buena obra que me inspirase para una nueva creación. 


Quería que fuese, por supuesto, una obra española, ya que de lo que se trata es de reivindicar la literatura y la cocina de nuestro país, pero además me hacía ilusión que tuviese algún vínculo con Galicia. Así que no tardé mucho en decidirme por la obra de Camilo José Cela, gallego de nacimiento, gran literato, y que refleja en muchas de sus obras la sociedad y el entorno de nuestra querida “terriña”. 


La obra escogida, en concreto, ha sido “La familia de Pascual Duarte”, publicada en 1942. Y muchos ya estaréis pensando: ¿qué tiene que ver esto con Galicia, si en la novela Pascual Duarte, el protagonista, es extremeño? Pues tiene que ver, porque en la boda de este personaje, se describe un banquete en el que Cela, no sé si intencionadamente o por casualidad, incluye varios ejemplos de platos y preparaciones culinarias muy típicas en Galicia. Os dejo con el fragmento concreto para que lo entendáis mejor: 

Cuando acabó la función de iglesia -cosa que nunca creí que llegara a suceder- nos llegamos todos, y como en comisión, hasta mi casa, donde, sin grandes comodidades, pero con la mejor voluntad del mundo, habíamos preparado de comer y de beber hasta hartarse para todos los que fueron y para el doble que hubieran ido. Para las mujeres había chocolate con tejeringos, y tortas de almendra, y bizcochada, y pan de higo, y para los hombres había manzanilla y tapitas de chorizo, de morcón, de aceitunas, de sardinas en lata... Sé que hubo en el pueblo quien me criticó por no haber dado de comer; allá ellos.
La familia de Pascual Duarte, Camilo José Cela (convite de la boda de Pascual y Lola)


De todos estos manjares, el elegido ha sido nada más y nada menos que la bizcochada, un postre que se hace aquí en Galicia y que resulta muy sencillo de preparar y muy sabroso. Es un bizcocho sin levadura, que además no lleva demasiada harina, pero sí una cantidad considerable de huevos, que lo hacen muy esponjoso. El limón es el que da ese toque de sabor tan fresco y que acompaña estupendamente un buen café tanto en el desayuno como después de una buena comida. Aunque podemos hacer variaciones añadiendo, como he probado yo, algo de zumo de naranja o un toque de vainilla, ya os digo desde este momento que no es necesario cambiarle nada para obtener un postre delicioso que hará las delicias de todos. 


La receta original que os traigo está extraída del libro La Cocina Gallega, de Álvaro Cunqueiro, otro de los grandes de la literatura gallega, excelente narrador y creador de historias, con una imaginación desbordante y una calidad extraordinaria para mi gusto. Así que, como veis, ¡hasta la receta misma tiene que ver con los libros!


Os dejo dos versiones de la receta, en las que únicamente varían los ingredientes utilizados, por dos razones:
  • He querido traer al blog una receta apta para celíacos, y por eso he adaptado los ingredientes proponiendo así una versión sin gluten.
  • Hice esta bizcochada en dos ocasiones; en una de ellas me ceñí a la receta original, y en la otra probé a añadirle algo de naranja y vainilla, y también gustó mucho. Podéis probar cuál os gusta más, ya que ambas tienen exactamente la misma preparación.


Aquí os dejo la receta, animaos porque es sencilla y deliciosa. 


Receta de Bizcochada gallega (versión tradicional)
Ingredientes para un molde de 18 cm:
- 6 huevos medianos
- 250 gr de azúcar blanco
- 150 gr de harina de trigo
- 1 limón ecológico

Receta de bizcochada gallega (versión sin gluten y aromatizada)
Ingredientes para un molde de 18 cm:
- 6 huevos medianos
- 250 gr de azúcar blanco
- 50 gr de harina de arroz
- 50 gr de harina de maíz
- 50 gr de harina de espelta integral
- Medio limón ecológico
- 3 cucharadas de zumo de naranja natural
- 2 cucharaditas de agua de azahar
- 1 cucharada de extracto de vainilla

Precalentamos el horno a 200º.

En primer lugar, cascamos los huevos y separamos las yemas de las claras. 

Exprimimos el zumo de limón y rallamos la piel. En un bol, mezclamos las yemas con el azúcar, y añadimos el zumo y la ralladura. Batimos bien hasta que la mezcla blanquee.

En otro recipiente amplio, montamos las claras a punto de nieve. Cuando formen picos firmes, las incorporaremos a la mezcla de yemas y azúcar. Integramos bien la mezcla con ayuda de una espátula o lengua, con movimientos envolventes.

Tamizamos la harina y la añadimos poco a poco a la mezcla, integrándola también con movimientos envolventes para evitar que se nos bajen las claras. 

OPCIÓN 2: Añadimos dos cucharadas de zumo de naranja, el agua de azahar, el extracto de vainilla, y mezclamos.

Forramos con papel de horno un molde redondo de unos 18 cm, o bien podemos engrasarlo con mantequilla y harina, para evitar que se nos pegue el bizcocho. Echamos dentro nuestra masa, y lo metemos al horno durante unos 45 minutos, hasta que la superficie se haya dorado bien y al pincharlo con un palillo éste salga limpio.

Desmoldamos y dejamos enfriar.


Como habréis comprobado, una receta sencilla, rápida y rica, pero rica de verdad. Os animo a que la hagáis en casa, y la compartáis con vuestros familiares y amigos, que es lo típico aquí en Galicia con un dulce como este. 

El bizcocho es bastante grande y da para bastantes raciones. En mi familia, lo solía preparar mi bisabuela, que lo horneaba en una olla (era como se hacía tradicionalmente), y con el desayunaba toda la familia. Vosotros si queréis podéis reducir las cantidades fácilmente, por ejemplo usando 3 huevos en lugar de 6 y dividiendo las cantidades de los demás ingredientes a la mitad. También he probado a hacerlo y no supone ningún problema, ya que el bizcocho sale bueno igualmente. 


No os entretengo más, que seguro que estáis impacientes por conocer qué han cocinado mis compañeras de reto. Para ello sólo tenéis que clicar aquí, y ver el recopilatorio de recetas estupendas que os proponen, ¡no os las perdáis!

Nos vemos pronto, que os tengo que contar mi aventura castellana y mi aventura asturiana de estos últimos meses (¡me puse las botas, viva la cocina española!).

Un biquiño!

Información nutricional de la Bizcochada gallega
Calorías totales: 1975 kcal
Calorías por ración (25 raciones): 395 kcal/ración

domingo, 5 de abril de 2015

La inspiración más dulce: rocas de tres chocolates


Desde que tengo memoria, una de mis perdiciones, gastronómicamente hablando, siempre ha sido el chocolate. 


Sobre todo el chocolate con leche. Cuando era pequeña, me encantaba la combinación chocolate con leche+bollo de leche para la merienda. Era toda una rareza en mi casa, pero el día que me esperaba ese bollito relleno con unas onzas de chocolate tras salir del cole por la tarde… aish, eso era maná. 


Luego fui creciendo y empecé a tirar más por el chocolate negro. Sí, ese que te deja un sabor amargo al deshacerse en la boca, y que no empalaga tanto como el chocolate con leche. Y, aunque nunca fui demasiado devota del chocolate blanco, si venía combinado con algún otro dulce (galleta, bizcocho…), tampoco le hacía ascos eh.


Luego llegó la universidad… y con ella la perdición.


Ahora me cuido mucho y he restringido los dulces, sobre todo los procesados, de mi día a día, pero recuerdo que antes era capaz de pegarme unos atracones de chocolate en época de exámenes que no sé cómo no se me ponía cara de tableta. 

De verdad que era preocupante la cosa. Con la excusa de: “mi cerebro necesita glucosa para funcionar”, hacía más visitas al ultramarinos de la esquina de las que debía; el dependiente me veía más en época de exámenes que durante el resto del año. Pero es que, jolín, ya sabéis que mis estudios son muy importantes para mí, y como veis, el binomio sobresaliente-chocolate estaba asegurado. 

No, bromas aparte, no sé cómo no alcancé más picos de glucosa durante la carrera. 


La verdad, a quien me conozca no debería extrañarle mucho mi afición por el chocolate. Para empezar, es casi casi genética. Prácticamente toda mi familia se declara fan absoluta del chocolate, sobre todo negro. Después de panarras (el pan siempre es el número uno en casa, y de ahí no lo baja nadie), somos chocoadictos. Y si ya mezclamos pan y chocolate, esto es el acabose. 

Era de esperar que se desarrollase en mí esta pasión chocolatera desde muy pequeña, aunque tengo que decir que no lo comía muy a menudo. No porque no quisiera, pero mi madre me lo daba en ocasiones especiales, no todos los días ni mucho menos. Era casi como un pequeño regalo que me hacía a veces en las meriendas, y que yo apreciaba muchísimo. Todavía recuerdo alguna ocasión en que llegaba del cole a las seis y tenía esperándome el yogur de rigor, el petit-suisse y un bollito de pan con unas onzas de chocolate con leche (normalmente, era un bocadillo de pavo y queso). Madre mía, qué recuerdos. 


Así que en cuanto vi el nuevo reto para este mes de Cooking the Chef, no pude resistirme y me puse a buscar como una loca una receta que fuese dulce y cuyo protagonista fuese, por supuesto, el chocolate. 


Y es que este mes Aisha y April nos han propuesto a una cocinera que se declara públicamente fan incondicional de las recetas dulces, y que aun por encima cuenta con un libro en el mercado exclusivamente dedicado al chocolate. Vamos, que la ocasión bien lo merecía, ¿no?


Como algunos ya habréis adivinado, esta chef es nada más y nada menos que Samantha Vallejo-Nájera.


Debo confesar que no es uno de mis referentes principales a la hora de ponerme a cocinar o a buscar recetas. Es una cocinera que me gustaba cuando la veía en sus programas de Canal Cocina, con su estilo tan personal, su tono alegre y su sentido del humor en la cocina. Pero qué queréis que os diga… con Masterchef se me cayó bastante el mito. No es que no me guste, pero la veo con otros ojos, y únicamente sigo sus creaciones en El toque de Samantha, porque me sigue pareciendo entretenido y lo más importante: ofrece una grandísima variedad de recetas, de tradiciones gastronómicas muy distintas e interesantes.

Y si no me creéis, echad un vistazo al recopilatorio de recetas que han hecho mis compañeros y compañeras de reto pinchando aquí. ¡Las hay para todos los gustos!


Pero yo hoy no os traigo nada fuera de lo común. Es más, la receta que he escogido os resultará muy familiar, y apuesto lo que sea a que lo podéis encontrar en el escaparate de casi cualquier pastelería de vuestra zona.


Se trata de unas deliciosas rocas de tres chocolates, perfectas para acompañar cualquier merienda dulce, el café de la mañana o el de después de la comida, y una maravillosa idea para regalar a vuestros seres queridos en cualquier ocasión especial. ¡Y qué mejor ocasión que un día como hoy, en que celebramos la Pascua! Ale, todo el mundo a las cocinas, vuestros ahijados y ahijadas lo merecen, jeje.


La receta la he adaptado de dos que Samantha ha elaborado para su programa de Canal Cocina y que podéis consultar aquí y aquí

He variado un poco las cantidades para que me salieran menos de cada sabor y poder hacerlas variadas y pequeñas. Pero como siempre os digo, podéis adaptar esto en función de vuestros gustos, os aseguro que si respetáis las proporciones de la receta os saldrán igual de buenas.


No os entretengo más, que supongo que ya se os estará empezando a hacer la boca agua sólo de escuchar tanto la palabra CHO-CO-LA-TE (desde luego, a mí sí… ñaaaaam!). Aquí va la receta, tomad nota porque está de vicio…

Receta de rocas de tres chocolates
Ingredientes para media docena de rocas de chocolate negro:
- 60 gr de chocolate negro (cuanto mayor sea el porcentaje de cacao, mejor) 
- 15 gr de almendra crocanti
- 20 gr de almendra laminada

Ingredientes para media docena de rocas de chocolate blanco:
- 60 gr de chocolate blanco
- 20 gr de arroz inflado (yo usé arroz inflado ecológico con frutas del bosque, de ahí que tengan un ligero color rosado y violeta)

Ingredientes para media docena de rocas de chocolate con leche:
- 60 gr de chocolate con leche
- 30 gr de nueces picadas

En primer lugar, cortamos cada chocolate en pequeñas porciones, que más o menos sean del mismo tamaño para que se fundan uniformemente. Añadimos cada uno a un recipiente apto para el microondas. Pesamos el resto de ingredientes y los reservamos.

Fundimos cada chocolate por separado en el microondas: los chocolates negro y con leche a máxima potencia, durante 30 segundos. Removemos bien con una cuchara para que se funda con el calor residual, y si aún queda algún pedazo sin fundir, lo volvemos a introducir al microondas en intervalos de 5 segundos. El chocolate blanco lo fundimos también en el microondas a máxima potencia, pero en este caso lo dejaremos sólo 15 segundos, removemos bien, e iremos introduciéndolo en intervalos de 5 segundos hasta que se termine de fundir.

Añadimos en cada recipiente los ingredientes previamente pesados, y según la textura y consistencia que deseemos, podemos variar las cantidades añadiendo más frutos secos o cereales.

Preparamos una lámina de papel de horno (sulfurizado) sobre una bandeja. Con ayuda de una cuchara pequeña, vamos cogiendo porciones de nuestro chocolate y haciendo pequeños montoncitos sobre el papel. A mí me gusta que los dulces de este tipo sean más bien pequeños y se puedan degustar en máximo un par de bocados, creo que así se consigue que no empalaguen tanto y se pueda repetir y probar otros sabores. Pero vosotros ponedlos del tamaño que queráis, aunque pensad que si queréis unas rocas más grandes, en lugar de 6 obtendréis 4 de cada chocolate. 

Una vez colocadas en la bandeja, la introduciremos en el frigorífico durante 15 minutos, hasta que se hayan endurecido. Las separamos del papel, y las servimos a temperatura ambiente.

Para conservar las rocas más días, podéis dejarlas a temperatura ambiente en un recipiente hermético. Otra opción es que las dejéis en un cuenco, tapadas con papel de cocina, dentro de la nevera, como ha sido mi caso, ya que en mi casa la temperatura es bastante templadita (es que fuera hace frío…), y no me gusta que se derritan al comerlas.


Es una receta fácil, rápida y deliciosa. Si te gusta el chocolate, claro está. Y sí, conozco a gente a la que no le gusta el chocolate, os lo aclaro por si os estabais preguntando si eso era posible.

Rarezas aparte, las rocas de chocolate son un dulce súper versátil y que permite múltiples variaciones. Podéis añadir otros frutos secos, cereales, o incluso fruta deshidratada. También os recomiendo que probéis qué chocolate os funciona mejor, pensad que debe fundirse correctamente y tener una textura firme en frío. Y lo más importante: estar rico de sabor. Obviamente una tableta de chocolate que normalmente no os comeríais sola no va a cambiar su sabor por presentarla de este modo. Pensad que todo lo que le añadáis no variará el sabor de la base, cuyo protagonista indiscutible es el chocolate. Podéis comprar chocolate especial para postres si os gusta especialmente, pero yo para estos casos prefiero usar tabletas normales, creo que dan mejores resultados. Y el chocolate negro, cuanto mayor proporción de cacao tenga, mejor que mejor. 


En cuanto al grado de dificultad de la receta, ya veis que es sencilla, sencilla. Lo único que os puede dar problemas es el fundido del chocolate, para eso os recomiendo que vayáis poco a poco con los tiempos en el microondas. Así podréis vigilar que no se os pase, sobre todo con el chocolate blanco que es el que suele dar más quebraderos de cabeza. Yo por ejemplo siempre solía quemarlo, hasta que empecé a probar temperatura, tiempos y tamaños de onzas para el fundido, y finalmente creo que la clave está en cortar el chocolate en trozos pequeños y más o menos iguales, y emplear tiempos cortos. Si seguís estos consejos no deberíais tener problema y conseguiréis unos dulces maravillosos para cualquier ocasión. 


Qué, estáis ya haciendo la lista de la compra para tener a mano cuanto antes los ingredientes para preparar esta receta, ¿a que sí? Pues os aconsejo que compréis más cantidad porque la mitad os las comeréis vosotros cuando vuestra cocina empiece a oler a chocolate por todos los rincones… avisados estáis…

Yo ahora os dejo, que tengo que deshacer las maletas. Acabo de llegar de una maravillosa escapada a tierras asturianas y tengo toooodo el equipaje sin recoger. Ya os contaré si puedo en otra entrada de forma resumida el balance de este viaje y alguna que otra referencia gastronómica, que conociéndome no podía faltar :) 

Un beso enorme a todos, y que disfrutéis de este último día de Semana Santa. Que vuestros padrinos y madrinas sean generosos y os atiborren a chocolate (¡viva la Pascua!).

Información nutricional de las rocas de tres chocolates:
Calorías totales: 1572 kcal
Calorías por ración (18 raciones/rocas): 83,3 kcal/roca