jueves, 29 de enero de 2015

Pan Tigre (y una historia para el recuerdo)


Una vez más, aquí estamos con el reto del mes de Bake the World, esta vez con un pan que no sólo ha hecho las delicias de la casa, sino que me ha hecho muchísima ilusión preparar por una historia personal que tiene detrás (si es que siempre hay cosas que contar tras una receta, ¿no creéis?).

En este caso, le ha tocado el turno al Pan Tigre, un pan de origen holandés, pero que se popularizó en Reino Unido (que es donde yo lo probé por primera vez). De hecho, aunque se le conoce como Tiger Bread, o Jiraffe Bread, por su corteza “a manchas”, en muchos blogs y webs inglesas lo llaman Dutch Crunch bread, por su característica cobertura que se consigue gracias al baño de agua, harina de arroz, aceite y otros ingredientes que os detallo en la receta. 


Originalmente, se hace con aceite de sésamo tostado, pero coincidió que yo no tenía, así que decidí sustituirlo por aceite de girasol, y quedó igualmente rico, así que si os ocurre como a mí ya sabéis la alternativa.


Como os contaba al principio, me encantó la propuesta que Clara y Virginia nos lanzaron este mes, ya que era un pan que conocía por su sabor, pero que nunca se me había ocurrido hacer (no me preguntéis por qué). 

El caso es que hace tres años estuve en Londres y por aquel entonces mi novio y yo decidimos hacer juntos un curso de inglés y aprovechar para conocer mejor la ciudad, ya que nos quedábamos bastante tiempo. Uno de los sitios por los que me moría de ganas de visitar eran los almacenes Harrods, en los que había estado cuando fui de viaje con el instituto, pero que apenas había disfrutado. La razón: en lugar de bajar al food hall, me confundí y me puse a subir pisos como una loca, y aunque me gustó la estética y la decoración de todo el centro comercial, tampoco es que me lo pasase muy bien, teniendo en cuenta que no soy precisamente una aficionada a la moda. Imaginaos mi cara cuando descubrí aquella noche en el hotel que había un piso dedicado exclusivamente a la comida… ¡casi me da algo! Pero ya era tarde, porque no volveríamos en los días sucesivos. Así que cuando volví hace unos años tuve que ir, y esta vez no me moví de la planta del food hall. Madre mía… qué espectáculo de lugar… me pasé el tiempo corriendo de un lado a otro flipando por colores con toda la comida que había allí, aunque no me atrevía a comprar nada por miedo al sablazo que me darían en la cartera (entendedme, soy estudiante con beca y mi presupuesto para esas cosas es bastante ajustado…). 

Pero todo cambió cuando llegué a la sección de panadería. Oh my god. Decidí al momento que no podría marcharme de allí con las manos vacías. ¿Qué mejor recuerdo puede haber de Harrods que la sensación de haber comido pan recién hecho? Recuerdo que había muchísimo donde elegir, pero de repente mis ojos se detuvieron en un pan que me llamó mucho la atención por su característica corteza, y recuerdo que pensé: esto tiene que estar bueno a narices, sí o sí.

Ostras que si lo estaba.

De Harrods salí con una sonrisa en la cara y un pan bajo el brazo.

Y más feliz que una perdiz (ni que hubiera comprado un Chanel, oye…).

He aquí la prueba del delito...
Lo más gracioso de todo es que supuestamente el pan era para la noche, porque aún no sabíamos dónde íbamos a cenar. Pero una servidora no podía aguantarse y tenía que probarlo. Y cuando lo probé no pude parar. 

Adivinad quién se quedó sin cena… (luego me sentí fatalmente culpable, conste)

¿Os hacéis ahora una idea de por qué significaba tanto este pan?

(confieso que me morí de risa mientras hacía la receta)


Bueno, el caso es que no sólo me gustó hacerlo, sino que salió súper bueno. He seguido fundamentalmente la receta de El foro del pan, aunque con algunas modificaciones. He añadido algo de miel porque creo que le concede un sabor más suave, y he prescindido de la sal y el azúcar en el baño del pan. Después de probarlo, puedo asegurar que no lo necesitaba, al menos para mi gusto, claro.

Bueno, ¿a qué esperáis para hacerlo? Os dejo la receta, ya veréis qué sencilla.

Receta de Pan Tigre
Para la masa:
- 300 gr de harina panificable (10 gr de proteína)
- 180 gr de agua templada
- 6 gr de levadura fresca
- 5 gr de sal gruesa
- Una cucharadita (5 ml) de miel

Para la cobertura:
- 40 gr de harina de arroz
- 40 gr de agua templada
- 5 gr de sémola
- 5 gr de aceite de girasol
- 2 gr de levadura fresca

En un bol, echamos la harina y dejamos un hueco en el medio. En un lado, ponemos la sal, y en el contrario colocamos la levadura fresca. Echamos el agua en el centro, y dejamos reposar 10 minutos. Amasamos con las manos hasta que la mezcla comience a homogeneizarse y añadimos la miel. Seguimos amasando; yo lo hice con la ayuda de mi amasadora, con el accesorio de gancho, pero lo podéis hacer a mano, ya que no me pareció una masa demasiado pegajosa.

Hacemos una bola con nuestra masa y la echamos en un bol amplio previamente engrasado. Vamos a dejarla leudar en un lugar templado sin corrientes de aire (yo suelo meterla en el horno, apagado), y tapada con papel film o un paño. Tenemos que esperar hasta que doble su tamaño; el tiempo variará mucho dependiendo de la temperatura y humedad de vuestra casa; normalmente tarda entre una hora y media y dos horas. 

Vamos preparando mientras la pasta de cobertura. Para ello, mezclamos el agua templada con la harina de arroz, la levadura fresca, la sémola y el aceite. Originalmente se usa aceite de sésamo tostado (no valdría el aceite de sésamo de primera presión en frío, que es el que se suele vender en tiendas ecológicas, y el que tenía yo, por eso opté por aceite de girasol, que en este caso es el mejor sustituto). Dejamos reposar nuestra pasta en un lugar templado, aproximadamente durante una hora.

Cuando nuestra masa haya crecido, la volcamos sobre una superficie ligeramente enharinada (digo ligeramente porque no es una masa pegajosa, así que apenas necesita que añadamos harina para manejarla), y la desgasificamos con las manos. Ahora el siguiente paso sería el formado: en mi caso, dividí la masa en dos porciones más o menos iguales y les di forma de bollo, pero podéis hacer una barra, dos, o lo que queráis. Las colocamos en una bandeja de horno sobre papel sulfurizado, bien separadas la una de la otra, ya que van a aumentar de tamaño. Las cubrimos con nuestra pasta de cobertura: para ello, vamos a ir echando cucharadas sobre los bollos de pan, sin manipularlos demasiado, hasta terminar toda la pasta. Con la ayuda de un pincel, la repartimos bien por los laterales, procurando evitar la parte superior del pan, así conseguiremos una corteza más uniforme. Podéis retirar, con ayuda de una cuchara, la pasta que se os haya caído por los bordes hasta el papel de horno.


Ahora los dejaremos leudar una vez más, hasta que doblen su tamaño, durante aproximadamente una hora (en mi caso tardaron 45 minutos).


Precalentamos el horno a 220º, con calor arriba y abajo. Colocamos otra bandeja en la parte inferior de nuestro horno, que nos servirá a la hora de meter los panes para crear vapor, ahora os diré cómo. Introducimos los panes a media altura, y acto seguido llenamos un vaso con agua fría, que inmediatamente echaremos en la bandeja inferior que colocamos previamente. El agua, al contacto con la bandeja caliente y con el calor del horno, se evaporará poco a poco generando un vapor que hará que la textura de nuestro pan mejore considerablemente. Dejamos que el pan se hornee durante 10 minutos, y transcurrido este tiempo, retiraremos la bandeja inferior con el agua que haya quedado sin evaporarse, y bajamos la temperatura del horno a 200º. Horneamos durante otros 25 minutos. 
Sacamos del horno los panes y los dejamos enfriar sobre una rejilla.


Es un pan muy rico para tomar sólo, aunque como la miga es bastante compacta, se presta mucho para hacer rebanadas, calentarlas en la tostadora y acompañarlas de un poco de queso fresco con mermelada de tomate, por ejemplo, o con aceite de oliva y tomate, ¡las combinaciones son infinitas!

Podéis congelarlo si queréis conservarlo durante más tiempo, aunque no os garantizo que seáis capaces de que aguante más de dos días sin que os lo zampéis, de verdad que está rico, rico.  

Otra opción que estoy barajando, dada la sencillez de la elaboración y la facilidad de manejo de la masa, es hacer un poco más de cantidad y dividirla en más porciones, para conseguir bollitos del tamaño de una hamburguesa. De hecho, creo que será mi próximo experimento panarra en la cocina. ¡Ya os contaré qué tal sale!


Ahora os dejo, que tengo que ponerme a currar antes de que se me junte todo el trabajo del mes. Hemos retomado las clases del Máster con fuerza, pero de momento no me quejo, así que se puede decir que la cosa va bien. Y además me están llegando muy buenas notas de las asignaturas pasadas (yuju!!).

Os veo en breve con más recetas y novedades.

Un besiño enooorme!

Información nutricional del Pan Tigre
Calorías totales: 1200 kcal
Calorías por ración (2 bollos/raciones): 600 kcal/bollo

lunes, 26 de enero de 2015

El frío se avecina... Caldo ligero de verduras


Bueno, dije que volvería con una receta salada y aquí estoy, cumpliendo mi promesa. Como veis, el nuevo año de momento no afecta a mi ritmo de publicaciones (ojalá siga así por mucho tiempo… porque se avecina muuucho estrés).

Es que mañana mismo retomo las clases. Ya os comenté en anteriores entradas que este último mes he estado con exámenes y, sobre todo, trabajos finales, pero ahora le toca el turno a la rutina de las clases por la tarde y todo lo que eso conlleva: menos tiempo para buscar recetas, para cocinar, y en general para todo lo que no tenga que ver con la didáctica y la innovación pedagógica. Rezo de verdad por que, al menos, me gusten las nuevas materias (crucemos los dedos).


Pero no, venga, vamos a ser positivos. Además es menos tiempo que la otra vez, así que vamos a confiar en que se me pase rápido y, lo más importante: no nos saturen de trabajo, que ya bastante tenemos con el TFM (trabajo de fin de máster, para los que no estáis en la onda Bolonia; muchas veces os envidio…). 

En fin, que viendo lo que se me viene encima, y teniendo en cuenta que meteogalicia da lluvias y frío de aquí en una semana, me he puesto en plan previsora y he decidido traeros al blog una receta muy sana, rica y versátil. Vale tanto para tomar sola, como para servir de base a otros platos, que os detallo al final. 


La idea de hacer un caldo de verduras me rondaba por la cabeza hace tiempo. Pero la auténtica razón por la que he decidido hacerla es el concurso que organiza Canal Cocina junto con Aneto, al que por supuesto me he presentado con esta receta. Como veréis, requiere tiempo pero no es en absoluto difícil (es más, yo creo que es bastante facilona), y el resultado, si os soy sincera, no esperaba que fuese tan bueno… con deciros que la hice al mediodía y no llegó a la noche…  

Pero por si acaso, he hecho los deberes y os he traído una receta lo más detallada posible, para que no os surjan dudas a medida que la vais haciendo. De todas formas, en la página de Canal Cocina podéis consultar la receta que publiqué, donde añado un paso a paso fotográfico que os puede ser muy útil. Si queréis verlo, sólo tenéis que pulsar aquí.


Sin más, os dejo con la receta. Cualquier duda que tengáis, dejádmela en los comentarios y no tardaré en responderos, ¡palabra!

Receta de caldo de verduras
Ingredientes (para 1,5 litros de caldo):
- 1/2 cebolleta (de tamaño grande)
- 2 dientes de ajo
- 1 puerro
- 2 zanahorias
- 2 chirivías
- 2 nabos
- Unas hojas de grelos (unos 60 gramos)
- 1 brécol
- 1 tomate kumato
- 2 hojas de laurel
- Perejil fresco picado (podéis usar perejil seco si no tenéis)
- Sal 
- Pimienta negra molida
- Salsa de soja
- Aceite de Oliva Virgen Extra
- 2 litros de agua fría 


Lo primero que debemos hacer es lavar bien toda la verdura. Pelamos las zanahorias, el ajo, las chirivías y los nabos. Ahora pasaremos a cortar y picar todos los ingredientes: en rodajas finas la zanahoria, la chirivía, los nabos, los dientes de ajo y el puerro; la cebolleta la partiremos a la mitad; cortamos el brécol separando las cabezas, y el tallo lo cortamos en rodajas; el tomate lo cortaremos en trozos grandes; y por último, cortaremos la parte baja de los tallos de los grelos, que desecharemos, y con la parte tierna de los mismos y las hojas, cortaremos trozos grandes.

Tenemos ya nuestra verdura preparada. Ahora vamos con el siguiente paso: la cocción. 

En una olla amplia, echamos dos cucharadas de aceite de oliva virgen extra, y calentamos a fuego medio-fuerte (en cocina de inducción, en el número 7). Añadimos la cebolla y la rehogamos hasta que se comience a dorar; acto seguido añadimos el puerro y sofreímos bien durante unos 4-5 minutos. Añadimos ahora el ajo y el resto de verduras excepto el tomate y los grelos, y rehogamos unos 4 minutos más; por último, añadiremos el tomate, y bajamos un poco el fuego. Transcurridos otros 4 minutos, añadimos una pizca de sal, removemos bien la mezcla, y echamos los dos litros de agua, que debe estar fría, en la olla. Volvemos a subir un poco el fuego, y esperamos a que empiece a hervir. Dejamos que se cueza unos 10-12 minutos.

Es muy importante que vigilemos la cocción llegados a este punto. Es muy probable que las verduras comiencen a liberar impurezas que formarán una espuma en la superficie del agua. Con ayuda de una cuchara, debemos ir retirando esta espuma (espumar el caldo), hasta que veamos que no queda ningún rastro de impurezas en nuestra olla. En mi caso, apenas tuve que espumarlo, supongo que aquí tuvo mucho que ver el que la verdura fuese ecológica.

Una vez hemos espumado el caldo, añadimos una pizca de perejil fresco, el laurel y los grelos. Bajaremos el fuego a mitad de potencia, y dejaremos que se cueza, tapado, durante media hora.

Pasado este tiempo, rectificamos de sal, añadimos una pizca de pimienta negra, y un chorrito de salsa de soja (aproximadamente dos cucharadas). Es importante que probemos el caldo sobre todo para comprobar el punto de sal, pues así será mucho más fácil saber cuánta queremos añadir según el sabor que busquemos. A mí me gusta que quede suave, por eso apenas añado dos pizcas de sal, pero vosotros echadle al gusto. Removemos bien, volvemos a tapar la olla y lo dejamos cocer otros 10 minutos más.

Finalmente, apagamos el fuego y dejamos que el caldo repose en la olla, tapada, a temperatura ambiente durante unas 2-3 horas. Transcurrido este tiempo, lo vamos a colar. Usad un colador y un bol amplios, porque con esta receta obtendréis aproximadamente un litro y medio de caldo. ¡La verdura ni se os ocurra tirarla! Con ella se puede hacer una crema deliciosa, así que podéis guardarla en la nevera y prepararla sin problema.

Este caldo es perfecto para multitud de preparaciones: sirve como fondo para hacer risottos, o un delicioso tabulé de verduritas; también como base para una sopa; se puede tomar solo como consomé… vamos, que tenéis un millón de opciones. En casa, lo usamos de base para un estofado de carne y verduritas que está… ¡de vicio!

Y además se puede conservar de distintas formas. Si lo vamos a usar en un plazo de máximo una semana, podemos refrigerarlo en un bote hermético. Si queremos guardarlo para futuras elaboraciones, también se puede congelar. Para esto último, es importante que conservemos el caldo en bolsas al vacío o bien en bolsas de autocierre aptas para congelar. Cuando lo queráis usar, simplemente tendréis que sacarlo del congelador unas horas antes y lo tendréis listo para la hora de comer.


En cuanto a la perspectiva más nutricional, qué os voy a decir: este caldo es muy, pero que muy sano, ya que apenas tiene grasa en su elaboración, y la cantidad de sal que requiere es mínima. Además, las verduras utilizadas son estupendas para la salud:
  • La zanahoria es una fuente de vitaminas del grupo B y E, fundamentalmente, además de contener beta-caroteno, que es muy bueno para la vista. Es diurética y, al contrario de lo que se suele pensar, su contenido en fibra es muy recomendable para personas con gastritis o estreñimiento. Encima, aumenta la producción de melanina, que ayuda a proteger nuestra piel de la acción de los rayos solares.
  • La chirivía, similar a la zanahoria, tiene además vitaminas del grupo B, vitamina C, K y E, y contiene minerales como el calcio, el magnesio y el potasio, esenciales para nuestro organismo.
  • El nabo tiene un elevado contenido de vitaminas del grupo B y C, además de minerales como el calcio, el hierro, el potasio y el yodo.
  • La cebolla, además de disolver el ácido úrico, previene la osteoporosis por contener quercetina, además de fósforo, silicio y potasio. Se la considera un antibiótico natural que combate enfermedades tanto del aparato digestivo como el respiratorio, y cuenta con grandes beneficios para el sistema circulatorio.
  • El tomate es rico en vitaminas B1, B2 y B5, así como en vitamina C, de la que es una fuente esencial. Disminuye los niveles de colesterol y es un antiinflamatorio natural.
  • El puerro tiene propiedades diuréticas, por lo que es perfecto para personas que padecen retención de líquidos, y contiene vitaminas del grupo B, C y E. Además, tiene un elevado contenido en magnesio, potasio y calcio.
  • El ajo, como la cebolla, es un potente antibiótico natural, aunque sus propiedades disminuyen cuando se cocina. De todas formas, sus infinitas propiedades son muy efectivas para prevenir enfermedades como la diabetes mellitus, y reduce los niveles de colesterol de nuestro organismo.
  • Los grelos son muy ricos en vitamina A, B9 y K, y además tienen un muy bajo aporte calórico. Contribuyen a reforzar el sistema inmunitario y por su elevado contenido de ácido fólico resulta muy recomendable para mujeres embarazadas.
  • El brécol es un vegetal de gran contenido en fibra, y es muy rico en vitamina C, si bien es cierto que, como muchas otras verduras, pierde gran parte de sus propiedades una vez lo hervimos. Aun así, posee grandes beneficios, como su alto contenido en calcio y fósforo, además de estimular nuestro sistema inmunitario.

Como veis, se trata de un caldo de lo más saludable, que además puede ser muy eficaz en dietas para perder peso, al ser altamente diurético y depurativo. Admite numerosos cambios, y podéis adaptar los ingredientes según la temporada, o añadir otras verduras que os gusten. 

Vamos, que os lo recomiendo encarecidamente. Con un caldo tan versátil, sano y rico, ¿quién puede resistirse?


Bueno, que ya es muy tarde, y mañana me toca madrugar pero bien. Probad la receta y decidme qué os parece. Y como ya os he dicho antes, las dudas dejádmelas en los comentarios y os las respondo en un periquete.

Nos vemos pronto, ya os comentaré las impresiones de esta segunda parte del máster...

Un besiño!

Información nutricional del Caldo de verduras
Calorías totales: 160 kcal
Calorías por ración (4 raciones/375 ml): 40 kcal/ración

martes, 20 de enero de 2015

Muffins de turrón (alguno me va a odiar...)


Si algo caracteriza esta época es que el mundo se vuelve loco con los propósitos de año nuevo: que si cuidarse más, hacer más ejercicio, aplicarse en los estudios… Toooodo promesas llenas de intención pero muy poco realismo. Y no es porque no queramos conseguirlo, ojo! Es que nos obsesionamos demasiado con objetivos que queremos conseguir casi de inmediato.


Hombre, si quieres bajar esos cinco kilillos que has cogido en Navidades, no culpes a la báscula si sólo has conseguido perder medio kilo en una semana… Es que esa es otra, este debe ser el mes que más gente empieza las dietas, en parte para compensar los excesos navideños, y en parte como un plan anticipado de la operación bikini (que quedan aún 6 meses para el verano, relax everybody!!). Y eso no está mal, siempre que nos cuidemos y no hagamos locuras como dejar de comer carbohidratos, saltarnos comidas, o ir a trabajar sin desayunar (ya, ya sé que vosotros no lo hacéis y coméis con cabeciña, pero ya he escuchado a más de uno con estas cantinelas…). 


Por eso sé que muchos os echaréis a mi cuello por haber publicado esta receta. Sí, otra vez es dulce. Sí, lleva turrón. Sí, os recordará a esa época que ahora sólo queréis olvidar en la que ha habido (seguro) más de una indigestión. Pero a veeeer, os explico. 


Estoy convencida de que más de uno de vosotros tiene todavía por casa alguna que otra sobra de las Navidades; que si un cachito de panettone que no hubo valor a terminar, alguna que otra tableta de turrón, polvorones que a este paso seguirán intactos en diciembre de este año… En mi casa esto es una realidad, amigos, y ya os dejo claro que aquí NO SE TIRA NADA. Bueno, nada que no esté estropeado, por supuesto. Y esta receta de aprovechamiento es perfecta para que sorprendáis a vuestros familiares y amigos a la vez que le sacáis partido a ese turrón que quedó olvidado en el fondo del armario. Además, para vuestra alegría, he hecho unas cantidades bastante ajustadas, que tampoco queremos alimentar al ejército de tierra! (aunque en alguna casa por Navidad se da precisamente esa impresión…).


Están muy buenos, la verdad, aunque ganan mucho recién hechos. Así que, ¿a qué esperáis, os atrevéis con estos deliciosos muffins de turrón?

Receta de Muffins de turrón de almendras 
- 50 gr de turrón de Jijona (turrón de almendra o turrón “del blando” de toda la vida)
- 25 gr de azúcar blanco
- 30 gr de azúcar moreno
- 110 gr de harina
- 4 gr de levadura
- 20 gr de almendra laminada
- 1 huevo
- 40 gr de mantequilla
- 50 ml de leche semidesnatada

En primer lugar, necesitamos que todos los ingredientes estén a temperatura ambiente. El huevo debéis sacarlo de la nevera con una hora de antelación, aproximadamente, y lo mismo ocurre con el turrón, si lo guardáis en frío. La mantequilla no es necesario, porque la vamos a derretir.

Precalentamos el horno a 200 º.

Preparamos primero los ingredientes secos. En un bol, echamos la harina, los dos tipos de azúcar y la levadura. Desmigamos el turrón con las manos, o con ayuda de un tenedor, si no queremos mancharnos, y lo añadimos al recipiente. Con ayuda de un mortero, majamos ligeramente la almendra laminada, para que nos quede crujiente una vez la añadamos a la masa. La echamos al bol con el resto de ingredientes secos. Mezclamos todo bien con una cuchara.

En otro bol, vamos a mezclar los líquidos: batimos el huevo y añadimos primero la mantequilla derretida (20 segundos al microondas), y después la leche. Mezclamos todo muy bien con la ayuda de unas varillas. 

Ahora echaremos la mezcla líquida sobre los ingredientes secos. Con ayuda de una lengua de cocina mezclaremos bien la masa hasta que sea homogénea, pero sin sobrebatirla demasiado: debe quedar jugosa, no esponjosa. Con unas 10 vueltas será suficiente. Dejamos reposar esta masa unos 5-10 minutos, y mientras prepararemos nuestras cápsulas para muffins. A mí me gusta emplear cápsulas de papel por lo cómodas que son a la hora tanto de servirlos como de hornearlos, porque nos ahorran el estar lavando moldes después de hacerlos. Yo decidí combinar un poco los tamaños, y por eso veis que tengo muffins de tamaño normal y mini muffins. Vosotros podéis hacer como queráis; eso sí, tened en cuenta que es poca masa, y para estas cantidades yo recomiendo hacerlos pequeños. 

Rellenamos las cápsulas, bajamos la temperatura del horno a 180º y horneamos durante 10-15 minutos. Antes de sacarlos, comprobamos con un palillo que al clavarlo este salga seco.

Dejamos templar sobre una rejilla.


Como veis, con esta receta salen unos 25 minimuffins, aunque yo decidí hacer 14 pequeños y tres más grandes, para el desayuno. 


Están muy ricos recién hechos, yo es como más recomiendo tomarlos, una vez se hayan templado. Son perfectos para acompañar el café ya que tienen un sabor a almendra muy agradecido que combina perfectamente. En mi casa tuvieron mucho, mucho éxito, así que de verdad os los recomiendo.

Yo para esta receta me he inspirado en esta de Le parfum de la cuisine, aunque con muchos cambios, como podréis comprobar. Las cantidades las podéis doblar perfectamente, y también admite substituciones; por ejemplo, podéis hacerlos con harina de arroz y que sean aptos para celíacos. La receta suele hacerse con harina de trigo, pero yo usé una mezcla de harinas casera que tenía trigo fundamentalmente, pero también espelta integral, maíz y avena. Podéis adaptarla a vuestro gusto.


Ahora creo que lo mejor es que vuelva al trabajo, que tengo pendiente la entrega de un ensayo y teniendo en cuenta que mañana es el día límite… más me vale ponerme a ello. Además, el resto de la semana la tendré libre para poder experimentar un poquito más en la cocina, y ya tengo pensada mi próxima receta. Esta vez sí, salada. Así os doy un poco de tregua con los dulces, seguro que lo agradeceréis eh? :)

Probad los muffins y contadme con qué os gustaría acompañarlos, o qué le añadiríais, ya sabéis que me encantan vuestros comentarios ¡no os cortéis!

Un besiño!

Información nutricional de los Muffins de turrón 
Calorías totales: 1125,5 kcal
Calorías por ración (25 raciones/minimuffins): 45 kcal

sábado, 10 de enero de 2015

Croquetas de marisco light, o croquetas milagro (#croqueteandoTS)


Bueno, hoy toca entrada-express básicamente porque esta semana estoy a tope de trabajo y apenas he podido sacar tiempo para nada que tuviera que ver con la cocina. Quería hacer una entrada para enseñaros todo lo que me han traído los Reyes este año, casi al 100% regalitos gastronómicos, pero me da que va a tener que quedar para otro día. 


Y es que se me termina el plazo para que presente el reto de La Cocina TS, en el que este mes la receta estrella ha sido la de las croquetas. Y la verdad, apenas he tenido tiempo para dedicárselo. ¿Alguna vez os ha pasado eso de que preparáis una receta con días de antelación, compráis todos los ingredientes expresamente para cocinarla, usáis toda la cacharrada necesaria, y al final sale un desastre, o directamente no os sale nada a derechas? Pues oye, a mí hoy todo lo contrario. Iba a tirar la toalla, pensando que ya no tendría tiempo para prepararlas, y al final, en el único cuarto de hora libre que he tenido en el día, me puse a improvisar una receta de croquetas lights a partir de varias ideas que había visto en internet, ¡y salieron! ¡Y no sólo eso, estaban buenas, muy buenas! Vamos, que ha sido un milagro corquetil en toda regla. Así que con ellas participo en el reto de este mes de La Cocina Typical Spanish.


Ya sé que muchos pensaréis: jo, croquetas, con lo ricas que están, ¿cómo ibas a dejar pasar esta oportunidad? Pues qué queréis que os diga, a mí las croquetas bien hechas me gustan, pero soy bastante especialita: no me gusta que el relleno sepa todo a bechamel; tampoco que chorreen de aceite; y creo que se pueden contar con los dedos de una mano las veces en mi vida que he podido probar unas croquetas de jamón buenas de verdad (y creedme, he probado muchas). A esto sumadle que la bechamel me destroza el estómago, y que debo de comer como mucho dos veces al año alimentos fritos, pues ya tenemos un veredicto: croquetas+Lucía en la cocina= fracaso total. Y encima, no había manera de encontrar recetas que fueran realmente ligeras. ¿¿Veis como es un milagro que haya llegado esta entrada al blog?? 


Espero que os animéis a probarlas: son croquetas de marisco muy ligeras, porque no están hechas ni con nata ni con mantequilla, y no llevan harina tostada. Tampoco están fritas: son croquetas al horno. Así que las calorías se reducen considerablemente, como podréis deducir. He elegido este relleno básicamente porque, como buena gallega que soy, me gusta el sabor a mar en cada plato e intento transmitir eso en mi receta, aunque sea con ingredientes comprados como ha sido el caso. Es una receta con la que podéis salir del paso si andáis algo apuradillos o no tenéis ganas de complicaros mucho la vida y conseguir de forma fácil unas croquetas ricas de verdad.

Os voy a dejar ya con la receta, porque estoy a tope de trabajo (auguro una noche laaarga frente al ordenador) y encima este fin de semana voy a estar poco o nada disponible: a la vuelta os contaré por qué :)

Receta de croquetas de marisco lights (media docena)
- 250 ml de leche semidesnatada (un vaso lleno)
- 2 cucharadas de café de fécula de maíz (maicena)
- ½ cucharadita de aceite de oliva virgen extra
- 1 cucharadita de cebolla molida
- ½ cucharadita de ajo picado
- 1 pizca de nuez moscada
- 3 palitos de surimi
- 4 cucharadas de salvado de avena
- 1 cucharada de semillas de lino dorado

En primer lugar, preparamos nuestra “falsa bechamel”. En un cazo, echamos el aceite, el ajo y la cebolla y los tostamos ligeramente. Disolvemos en la leche fría las dos cucharadas de maicena, y lo vertemos en el cazo. Lo cocemos todo a fuego alto, sin dejar de remover, hasta que comience a espesar. Echamos también la nuez moscada (al gusto, a mí con una pizca me fue suficiente). Ahora, paciencia: no dejéis de remover si queréis que espese. Si no lo hacéis, la masa seguirá siendo líquida y será imposible dar forma a las croquetas. Tardará en coger la consistencia adecuada unos 15 minutos. Podéis mantener el fuego fuerte y si veis que se os tuesta mucho la crema en la base, lo bajáis a fuego medio unos minutos, y luego lo volvéis a subir. Alternad las temperaturas pero procurad no apartar del fuego la mezcla en ningún momento. Cuando esté lista, la retiramos del calor. Picamos bien finitos los palitos de marisco o surimi, y los añadimos a la mezcla. Removemos para integrarlo bien y reservamos. En cuanto se temple, lo metemos a la nevera durante aproximadamente media hora. 

Precalentamos el horno a 200º.

En un plato o un bol amplio, echamos el salvado de avena junto con las semillas de lino. Sacamos la masa de la nevera y con la ayuda de dos cucharas damos forma a la masa (podemos hacer bolitas, o más aplanadas, eso al gusto de cada uno). Las rebozamos bien, y las colocamos sobre un papel de horno en una rejilla. Las metemos al horno unos 10-12 minutos, con calor arriba y abajo y ventilador. Si vemos que transcurrido ese tiempo no se han tostado mucho por la superficie, podemos poner el grill, pero vigiladlas bien para que no se os pasen.
Sacamos del horno y servimos.

Sé qué no tienen una súper pintaza pero de verdad os digo que están muy buenas. Y yo soy muy exquisita con el sabor de las croquetas. La corteza queda muy crujiente, y al no freírse no quedan nada grasientas, lo que potencia todavía más su sabor.

Si queréis ver qué otras recetas se han preparado para el reto de este mes, no dudéis en ver el recopilatorio pulsando aquí.

Os animo, como siempre, a que las preparéis y me contéis qué tal os han salido. Ahora os dejo que tengo que entregar un trabajo antes de que me empiece a caer de sueño frente al portátil... Aiinsss qué duro es el mes de enero para el estudiante universitario... 

Volveré pronto y con muchas cosas que contar, os lo prometo, además de alguna sorpresilla de año nuevo que os contaré en primicia. 

Un besiño enorme!

Información nutricional de las croquetas de marisco:
Calorías totales: 242 kcal
Calorías por ración (6 croquetas/raciones): 40,3 kcal/ración